viernes, 27 de mayo de 2011

La deconstrucción de las Cajas de ahorros


Ha llegado la hora de las cajas de ahorros. La persistencia de la crisis económica y las lejanas expectativas de crecimiento han hecho imprescindible el saneamiento del sistema financiero. Forma parte de las reformas estructurales que los mercados financieros exigen a la economía española. Por su naturaleza de entidades opacas, sin propietario identificado, con influencia política en sus Órganos de Gobierno y con algunos desequilibrios financieros, las cajas constituyen un chivo expiatorio perfecto. Por méritos propios y ajenos, se han convertido en los últimos culpables de la crisis y responsables del crecimiento de la prima de riesgo española.

Sin duda, hay algunas razones para ello. Después de 30 años de expansión, la caída del sector inmobiliario ha mostrado la infracapitalización del sector y un exceso de capacidad instalada que han desencadenado un proceso acelerado de reestructuración y transformación que está acabando con la propia existencia de unas entidades de más de 100 años de historia. Una característica de este proceso de concentración de cajas es que está siendo liderado por el Banco de España y apoyado por medidas regulatorias, incluidos apoyos públicos, para proteger la estabilidad financiera global.

Sin embargo, no es cierto que las Cajas sean un problema. Algunas Cajas tienen un problema. El matiz es importante porque el proceso de reestructuración por ley supone, como cualquier receta de ‘café para todos’, imponer las mismas exigencias a entidades cuyas conductas han sido muy distintas. Como demuestran las cotizaciones de los CDS o los distintas calificaciones de las agencias de rating, el comportamiento y la fortaleza adquirida por algunas Cajas (Unicaja, Ibercaja, la Caixa, por no hablar de las Cajas vascas,…) demuestra que no todas han cometido los mismos excesos inmobiliarios, que no es una cuestión de naturaleza jurídica (algunas cajas cotizan una prima de riesgo menor que algunos bancos) y que lo importante es una gestión profesional acreditada y transparente. Sin embargo, a pesar de las diferencias, el riesgo reputacional se ha extendido a todo el sector penalizando el hecho de ser una caja de ahorros a pesar de presentar los mejores ratios competitivos en todas y cada una de las principales variables de gestión.

La gravedad de la crisis exige una aproximación rigurosa y ponderada al verdadero alcance de la crisis financiera de las cajas y del proceso de reestructuración en sus justos términos. En su fase actual, este proceso plantea cuestiones de importancia trascendental: ¿Cuánto vale el negocio financiero de una caja de ahorros? ¿En qué condiciones saldrán a Bolsa? ¿Cuánto costará su saneamiento definitivo? ¿Supone este proceso el fin de las cajas?

El saneamiento y reestructuración del sistema financiero se han convertido en una cuestión necesaria, aunque no suficiente, para la recuperación del crédito, verdadero sistema sanguíneo de la actividad económica. Además, supone la oportunidad de abordar el problema de fondo: la creación de un sistema financiero eficiente al servicio de la sociedad, que dé satisfacción a su demanda de crédito, que ofrezca más y mejores servicios, que innove y que se abra a los mercados internacionales. Más de tres años después, los plazos y los márgenes de maniobra se van estrechando. Tiene razón Trichet cuando apunta que después de haber movilizado un 27% del PIB en programas de rescate de los sectores bancarios, los ciudadanos europeos no permitirían una segunda crisis financiera.

I. La concentración de las 45 cajas existentes al inicio de esta crisis, a las 15 entidades previstas en la actualidad (probablemente, al final, serán menos) supone una elevación del activo medio hasta 86000 MM€. Pero esto no es más que un mero efecto aritmético de la reducción del número de operadores. En términos globales, si no va acompañado de una mejora de la productividad y de una reducción del coste por unidad de producto para la sociedad, última propietaria de las cajas, no hemos conseguido nada. Y en este campo, los resultados hasta la fecha son decepcionantes. Los últimos meses se ha acelerado el proceso de ajuste, pero todavía está lejos de los objetivos previstos: de las reducciones de la capacidad instalada anunciadas por el Banco de España (entre un 20% y un 30% en oficinas y empleados), el conjunto de las Cajas ha rebajado en 2010 su red en un 4% y sus plantillas en un 3%. Sin embargo, el contexto competitivo ha sufrido un deterioro muy notable como lo ponen de manifiesto los datos que demuestran la necesidad urgente de un ajuste a la nueva situación. Por eso la pregunta real que hay que hacerse es ¿Cuánto vale el negocio financiero de una caja de ahorros en un contexto de recesión, de caída de márgenes, de aumento de la morosidad y de reducción de la capacidad instalada?

El valor de mercado del negocio de las cajas es importante porque los inversores privados (bolsa) o públicos temporalmente (FROB) pueden hacerse con su control por un precio ridículo. Hoy tenemos algunas referencias importantes: Caixabank ha valorado su negocio bancario en 0,80 veces su valor en libros, y será difícil que las cajas que están saliendo al mercado a captar capital puedan mejorar estos multiplicadores por dos razones: la primera, no cuentan con un proyecto sólido (equity story) porque su ajuste, el de verdad, el que implica cambios en los equipos de gestión y verdadera reducción de la capacidad instalada al nuevo escenario económico, está por hacer. El aumento de la eficiencia será su auténtica prueba del nueve. La segunda es que vamos a un negocio financiero más seguro pero menos rentable. En efecto, los pasos dados por la comunidad financiera internacional para hacer más sólidas a las entidades financieras aumentarán el capital y la liquidez pero, inexorablemente, disminuirán el crédito y el beneficio.

Como condición previa para valorar las cajas, hay que delimitar el perímetro y la segregación de negocios consiguiente. Si no desencadena cambios en la gestión y/o en la propiedad, la segregación de activos en un banco malo no despeja, por sí sola, la incógnita sobre el valor real del negocio de las cajas.


II. La CNMV ha impuesto una serie de condiciones para las salidas a bolsa de las cajas: para lograr un adecuado proceso de formación de precios de las emisiones asegurando que el número de inversores institucionales y la cuantía máxima de sus suscripciones eviten que se puedan distorsionar al alza los precios de salida al mercado mediante pactos con inversores. Está por ver la eficacia de estas condiciones pero no cabe duda de que la presencia de inversores institucionales presionará a la baja sobre los precios de salida de las cajas.

III. Desde el punto de vista público, el proceso de reestructuración debería tener como objetivo fundamental el de minimizar su coste para el contribuyente aumentando la competitividad del sistema. Al mismo tiempo, es la oportunidad de introducir más disciplina en el sector penalizando los comportamientos irresponsables. El dinero público tiene que servir para sanear las cajas, no para la competencia desleal (‘guerra del pasivo’) ni para acceder a condiciones privilegiadas de prejubilación. Debería venir acompañado del cambio de los equipos directivos responsables de una gestión poco prudente en algunas cajas. La depuración de eventuales responsabilidades completaría el proceso de saneamiento.

IV. A estas alturas, el proceso de conversión de las cajas en bancos es irreversible, lo cual significa la dilución de la forma jurídica que ha acogido hasta ahora a las Cajas y podría entrañar la desnaturalización de las mismas y, consiguientemente, de sus características más específicas y diferenciales: el vínculo con la región de origen y el destino social de sus beneficios. ¿Supone el fin de las Cajas?

La defensa de los intereses de su último propietario, la sociedad, exige luchar por el mantenimiento de sus principios fundacionales esenciales, aunque sea bajo la forma jurídica de una sociedad por acciones, que aporta más disciplina y transparencia y permite, en teoría, un mejor acceso a los mercados de capitales. En el caso de las cajas saneadas y solventes, hay que añadir que la bancarización de su negocio financiero no significa necesariamente la privatización, porque su fortaleza les va a permitir mantener su propiedad al abrigo inversores privados.

Hoy el modelo de crecimiento de las cajas de los últimos años está acabado porque su motor principal, la expansión inmobiliaria, está averiado y su recuperación ni se la ve ni se la espera durante los próximos años. Al mismo tiempo que emprenden el ajuste de su capacidad instalada, las cajas tienen que encontrar nuevos segmentos de negocio que sustituyan al modelo anterior, basados en la innovación, el conocimiento, cuyo eje central siga siendo el cliente, y que aborde una asignatura pendiente de las Cajas: su internacionalización. Para mantener su liderazgo histórico, las Cajas necesitan reinventarse adaptando sus principios fundacionales y sus valores tradicionales a la sociedad global del conocimiento y la innovación.

La nueva cocina, sector que muestra un notable nivel de innovación, ha incorporado el término deconstrucción como un proceso de descomposición y transformación de las texturas de los ingredientes para intensificar el sabor de los platos. En el sector de las Cajas, el proceso de bancarización, irreversible por exigencias del mercado, supone una auténtica deconstrucción. Pero no significa que sus ingredientes fundamentales, banca universal, inclusión financiera, raíces locales y fines sociales, no puedan y deban ser mantenidas y aumentadas. La solidez de algunas cajas les permite abordar este proceso con el margen de maniobra suficiente para adaptarse al nuevo paradigma que imponen los mercados de capitales, conversión en sociedades anónimas, sin renunciar, antes bien al contrario, al impulso de sus tradicionales señas de identidad.

16.06.11

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