viernes, 4 de enero de 2013

El futuro de la economía vasca en la era de la austeridad y el desapalancamiento

Las principales coordenadas en las que se desenvuelve la crisis en su fase actual vienen marcadas por la respuesta a los excesos de la década anterior: la extensión de los programas de austeridad y el desapalancamiento del Sector Privado. Ambas influyen negativamente sobre el crecimiento de la actividad económica, conditio sine qua non de la recuperación y la salida de la crisis.

La dependencia de los mercados de financiación provoca que para una economía pequeña, como la vasca, los márgenes de actuación sean extremadamente reducidos. Solo es posible una respuesta adaptativa. En términos prácticos, criticar a Merkel o a los 'halcones del défict' puede resultar satisfactorio intelectualmente pero no es más efectivo que escupir a la luna. La austeridad, o, mejor, la sostenibilidad de las finanzas públicas es una condición incuestionable para mantener el rating, la financiación, el acceso a los mercados. Desde el Sector Público, quedan pocas alternativas a la reducción del déficit y la Deuda porque de lo contrario no hay financiación. La situación del endeudamiento público vasco no es especialmente buena al haber alcanzado el 11% del PIB. Si bien la gestión de la Deuda debería permitir algún proyecto de inversión, su refinanciación puede provocar algún problema, los recortes en el Gasto corriente serán dolorosos y aumentarán inevitablemente las tensiones sociales. La racionalización de la administración pública vasca aparece como un reto inaplazable.

Pero el aumento de la deuda pública no ha sido la causa de la crisis sino su consecuencia. Sus orígenes están en la acumulación de deudas por parte de empresas y particulares facilitadas por un contexto monetario extremadamente laxo y unos bancos sin criterios rigurosos de riesgo en la concesión de financiación. La crisis ha demostrado el papel central que juegan los sistemas financieros. Los estudios del FMI muestran que las crisis bancarias son más largas y dolorosas de superar. La parálisis del crédito es el punto de convergencia de la crisis financiera con la de la economía real. Superarla es imprescindible porque no se puede concebir una recuperación sin crédito (creditless recovery) en una economía en la que el 80% de la financiación a las Pymes pasa por el canal bancario. Sin embargo, no será fácil porque a los problemas de oferta derivados de la regulación, las necesidades de capital de las entidades, del aumento de precios y garantías exigidas para conceder créditos, se unen los problemas asociados a la demanda. No hay demanda de crédito solvente porque las expectativas son malas o muy malas. Las empresas que no se han internacionalizado se encuentran frente a un mercado hundido; los particulares frente a un proceso deflacionista en el sector inmobiliario que provoca el retraso de las decisiones de inversión en vivienda.


¿Cómo romper este círculo vicioso entre una oferta de crédito endurecida y cara y una demanda escasa y con riesgo? Evidentemente, no hay soluciones milagrosas. Tampoco es una cuestión de voluntad; a estas alturas nadie podría esperar que las entidades financieras concedan préstamos sin un análisis riguroso del riesgo. Pero la voluntad es necesaria. ¿Por qué en la economía vasca, que se ha desapalancado más y más rápidamente que la española, que mantiene unas entidades financieras saneadas y solventes, no circula el crédito con mayor fluidez? Tanto las empresas (para invertir) como los bancos (para subsistir) necesitan recomponer y superar el colapso crediticio. A medio plazo, ¿cuánto tardaría en caer una entidad financiera bien capitalizada en medio de una economía en ruinas?

España tardará 10 años, hasta 2018, en alcanzar el nivel del PIB de 2008 (la 'década perdida'), tiempo más que suficiente para pensar que ésta no es una crisis pasajera, sino que se trata de un cambio de ciclo histórico. Incluso, aunque se puedan producir algunas noticias positivas en 2013, el empleo tardará décadas en recuperarse en una economía que no se ajusta por precios sino por cantidades. Nada volverá a ser como antes, lo cual obliga a preguntarse por los cambios estructurales que, más allá del día a día de la crisis, están teniendo lugar, sin olvidar las tendencias de fondo que atraviesan la economía global: desplazamiento del centro de gravedad hacia las economías emergentes, envejecimiento de la población, deslocalización industrial, aumento de la brecha social, ajuste del Estado bienestar,... Aunque las claves para una salida de la crisis suscitan bastante consenso entre políticos y economistas, internacionalización, innovación, formación, mayor productividad y tamaño empresarial, la realidad deja bastante que desear ante un futuro muy preocupante. Con unas perspectivas que van de malas a muy malas, apelar al mejor cuadro de indicadores que presenta la economía vasca sobre la española es pura autocomplacencia. Porque lo que se ve por delante es un panorama bastante sombrío que puede poner en peligro el tejido económico vasco y la estabilidad social. Sólo un diagnóstico realista puede provocar una mejor adaptación a la 'nueva normalidad' nacida de la crisis.

La industria ha sido uno de las principales pilares de la economía vasca. Pero la industria vasca está especializada en sectores de nivel tecnológico medio-bajo y la deslocalización y la crisis global están produciendo un panorama de cierre de fábricas en cadena, desplazamiento de la producción a otros puntos del planeta. No cabe esperar el establecimiento de nuevas industrias o grandes empresas en el País Vasco. La defensa de la industria vasca hoy pasa por la creación y promoción de un sector de alta tecnología constituido por pequeñas unidades (start-ups) que operan en un entorno de tecnológico de alta calidad, con una arquitectura institucional y jurídica que promocione el conocimiento, la investigación y el emprendizaje.

Este escenario es el que pone de relieve las verdaderas carencias de la economía vasca: infraestructuras tecnológicas y de comunicación escasas e insuficientes, un sistema educativo fracasado con alumnos que, según los Informes PISA, son incompetentes en matemáticas, que necesitan ir al extranjero para aprender idiomas (después de una enseñanza de más de 20 años), incapaces de expresarse correctamente. La salida de la crisis requiere exactamente lo contrario.


ICO 7.12.12